sábado, 2 de febrero de 2013





Título del poemario:

Incidentes Domésticos.




Autor: Alexander Ramírez










Alexander Ramírez, nació en Bogotá, en el año de 1980. Cuentista, reseñista y poeta, hace parte de la antología titulada “Cuentos en Bogotá” del programa “Libro al viento”. Estudió Licenciatura en Educación Artística en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Influenciado por el cine y la poesía visual, por poetas como Jorge Luis Borges o Luis Vidales, su palabra trascurre en geografías diversas, su búsqueda de expresión no tiene trazada una ruta única, sabe errar y encontrarse, reconocerse en otros, ascender y renovar el aliento.













El poema.

En esta hoja baldía
de cuarenta y dos metros cuadrados
habitamos desterrados
con palabras de zinc.

Esta columna
cuyo cuerpo ya no es
el marmóreo verso
tiene grietas, vencimientos
un retumbo de trastes cuando la rabia
no se puede romper
un tumbo de televisor
envolviendo
soledades cuadradas…


Cuatro tigres pueden dormir  su noche
en la ventana y su filo
devorar en sus fauces
el terrible sueño de un techo…

Pero un juglar
 tal vez por un descuido
tras  la  puerta
ha olvidado una saeta.




La música


Tejido hecho al deshacerse
onda de agua
corona de los desamparados
 es la música.

No hay nada
que no esté poseído por ella
aún en la distancia
es imprescindible el contacto
el leve contacto irresistible
la vibración
el ruido sinuoso
de la rosa con el metacarpo
la espina y el cerebelo
el pétalo y la clavícula.

La música lo inunda todo
irremediablemente.




Cowboys

 Treinta años hace ya del duelo
con la sombra mía.
Ninguno atreve disparo al otro
por un azar de suicidio.

Nos han visto las hambrunas
las sequias
y los éxodos
mirarnos repetidamente
las manos oscilantes.

Tan solo ayer
mi sombra atisbó un dejo quedo
un ademán de alevosía.

Hoy
Sentado en la perpetua rockola
del barrio insondable
entono  feliz  viejas canciones
de mi infancia.
Pero el cenit ha terminado:
vuelvo a la batalla cruenta.



Los suicidas


Miran el cielo con el ardor
del que ama, lo que no se
deja poseer.

Tienen en el borde del labio
el deseo desmedido
y las noches en que en una taberna
 olvidaron un beso.

Exhaustos, en medio de
 habitaciones sin orillas
salen con sus últimas brazadas
y ahogan un grito, en el fondo del rio.

Cuando acercan el oído a una pared antigua
escuchan una música
improvisada, caótica, dispersa…
el canto de una nana y su olor de leche.

Nadie sabe
qué pasará con un suicida.











Algoritmo


Una ecuación
se extiende en verde
en el rincón
olvidado de la casa.




Danza.


Si me quitaran las cosas que aún no he visto
lo que aún no existe y  todavía no espero
si las cosas tuvieran una sola forma
y el pájaro imitara su trino infinitas veces
si me viera en el espejo un mismo rostro cada día
entonces mi memoria no sería estas letras en arena
esa brisa que roza las ventanas y deja un ruido leve
esa  compleja coreografía de las ramas
en la arboleda
contenida, impredecible.



Retaliación

Los edificios salieron de la tierra
para evitar que el sol
ayude a los árboles, a salir del pavimento
y se apoderen de las calles
de los centros comerciales
y los café internet…

Pero una luz se filtra en las ventanas
de las urbanizaciones
y las raíces, como flechas invisibles,
nos atraviesan  los ojos
en la noche.





Ana María tiene


Ana María tiene en vez de labios
una semilla húmeda que se abre
para dar frutos
tiene dos mujeres en su cadera
la una blanca
la otra negra.
La blanca le ha dicho que su piel
es de madera tallada
la negra le ha dicho que los hombres
afilan un cuchillo en la montaña.

Ana María tiene un carrito de plátanos
que heredará a su hijo Martín
porque la negra que lleva dentro es orgullosa
del trabajo tenaz
que convierte al niño en hombre.

Ana maría me roba un poquito de mi soledad
cuando me abrasa
con sus manos de velo agitado por el viento
con sus manos de negra sudando a medio día
con sus manos que amaron hombres
de otros tiempos
y mudaron de piel

Ana María no nació en el ochenta y tres
como todos creían
nació cuando los volcanes se agitaban bajo tierra
y las mujeres se ajustaban el corsé
para asistir a las ejecuciones
nació en el ojo de la luna de Melié
y en el Cereté que lleva  Raúl en el pecho
como un corazón de fruta madura…
nació un día que yo no pude verla
porque estaba pateando piedras
en el patio de mi casa
esperando una banda de escarabajos
que me salvaría
tal vez me salvaría.







Caballos acústicos



Húmedas luces
coros cómplices
un trago.
La boca, Marisé
rodeada de risa.
Nosotros en tiempo inverosímil funden
caballos acústicos
la cebra ella tan larga
picando notas
nadando en el vapor…
olas de jóvenes asombrados sin sombrillas
de sus ropas se gotean
como palabras desbordan botellas vacías
cuerpos puros desvelando color
girones de brazos en círculos
tornan verdes
brillo de rojo torso
movimiento ágil de camaleón…

Pasos negros no son sombras
son, Marisé
Son de mi tormenta ajena.




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